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Los bosques antiguos de Chiloé

Publicado el 13/08/2017 en el Diario El Insular

En Chile tenemos la suerte de contar con bosques únicos en el mundo. En nuestros bosques habitan algunas de las especies arbóreas más longevas del mundo (por ejemplo el Alerce). Tenemos la suerte, además, de que muchas de las especies que los componen sólo están en Chile. Estos bosques, sobretodo los más antiguos, son de gran atractivo para visitantes, principalmente por su majestuosidad y la altura de sus árboles. Sin embargo, muchos de esos bosques se encuentran en un área con una fuerte presión de uso y con alto impacto humano desde principios de la colonización española. Nuestros bosques sufren actualmente un serio proceso de fragmentación (proceso por el cual el área de los bosques se reduce progresivamente debido a acciones humanas como la corta de árboles, quemas o cambio de uso de la tierra, quedando los bosques finalmente aislados en medio de praderas y plantaciones). En el caso particular de la Isla de Chiloé, el proceso de fragmentación cambia fuertemente la estructura de los bosques. Esto podría reducir la habilidad de estos ecosistemas en mantener su biodiversidad original (especies de plantas, animales, pájaros, etc.) y procesos ecológicos (producción de agua, mantención de suelos, etc.). Producto de este proceso de fragmentación, muchos de los bosques que se observan comúnmente en Chiloé son jóvenes (renovales) o se encuentran en estado de degradación producto de los floreos o cortas “hormiga” de árboles. Afortunadamente, el proceso de fragmentación es relativamente reciente en Chiloé (fines de 1800), debido a su aislamiento del continente. Es así como aun quedan bosques antiguos insertos en áreas rurales, a nuestra vista desde la carretera y en los predios de nuestros vecinos. Pero, ¿qué son los bosques antiguos? ¿Cómo podríamos identificarlos para protegerlos? y ¿cuál es su importancia? Estas preguntas han motivado en parte la investigación que hemos llevado adelante en la Fundación Senda Darwin (FSD). Debido a que el conocimiento de los bosques antiguos de Chiloé era relativamente escaso, en 1997 la FSD inició una red de monitoreo de bosques buscando específicamente investigar la mayor cantidad de bosques antiguos posible. Bosques en Caulín, Guabún, Ahuenco, Quilar, Melleico, San Juan, entre otros se encuentran en esta red. Un punto importante de subrayar aquí, es que la mayor parte de estos bosques se encuentran en terreno de propietarios privados que hacen un considerable esfuerzo en mantener las características naturales de sus bosques. Una definición amplia (pero útil) de los bosques antiguos es la siguiente: “ecosistemas boscosos relativamente viejos y relativamente poco perturbados por acciones humanas”. Aunque los bosques antiguos comparten estos atributos, sus estructuras tienden a ser muy complejas. Un análisis recientemente llevado a cabo nos da las primeras luces de cómo sería un bosque antiguo en Chiloé. Generalmente estos bosques están caracterizados por tener árboles de gran tamaño (mas de 80 cm. en diámetro y 25 m. de altura), un alta cantidad de especies arbóreas (mas de 12) y edades de los árboles superiores a 270 años ¡En este tipo de bosques se pueden incluso encontrar árboles de mas de 500 años! Especies como el trevo, el tique (u olivillo), la pitra y el arrayán están presentes en el dosel de estos bosques. Basados en estos atributos básicos, nos es posible identificar y encontrar bosques antiguos con características impresionantes en el norte de la isla. Los bosques antiguos de Chiloé son un refugio importante de especies de animales y pájaros. Esto es altamente relevante ya que especies como el pudú, chucao, carpinteros, entre otros, han formado parte de la cultura chilota. Estos animales habitan en estos bosques principalmente por sus características estructurales, tales como densos parches con quila o grandes árboles muertos, que son usados como sitios de nidificación o de alimentación. Lamentablemente muchos de estos bosques, sobretodo aquellos localizados en sectores bajos de la Isla, no cuentan con especies de árboles emblemáticas, tales como alerces o araucarias protegidas a nivel nacional, que pudieran asegurar su conservación. Es así como, en muchos casos, no se valora la importancia que tienen los ulmos, olivillos, tepas, mañíos, arrayanes o lumas. ¡Los grandes ejemplares de ulmos pueden alcanzar edades superiores a 400 años de edad, los olivillos más de 500, las tepas 650, los tineos 700, los mañíos incluso 750 años! Estos árboles son un legado biológico y genético importante ya que han sobrevivido cientos de años bajo presiones climáticas, disturbios naturales y la presencia humana. Debido a estas características, los bosques antiguos son sitios altamente deseables para la investigación y el monitoreo de impactos globales, tales como el efecto del calentamiento global sobre los ecosistemas de nuestro país. Asimismo, son importantes para la generación de líneas bases para el manejo sustentable y la restauración de bosques degradados. No obstante, sus árboles son cortados sin ninguna contemplación de su valor ecológico (por ejemplo, las importantes relaciones que tienen para sustentar poblaciones de insectos, tales como abejas que producen la muy preciada “miel de ulmo”) o patrimonial (como herencia para las próximas generaciones). Lamentablemente nuestras decisiones están limitadas por nuestra corta esperanza de vida como seres humanos (la vida de un mañío, por ejemplo, puede abarcar la vida de nueve generaciones de chilenos). Esto, en muchos casos, restringe nuestra valoración de la importancia de los bosques. Sin embargo, gracias al deseo de algunos propietarios, junto a sus familias e instituciones, de perpetuar estos ecosistemas en el largo plazo es que podemos contar con algunos bosques antiguos ya protegidos. No obstante, es necesario sumar aun más esfuerzos en esta tarea para expandir en el futuro esta red de conservación e investigación. La responsabilidad asociada a la protección de los bosques antiguos no solo debiera radicar en manos de algunos sino de todos nosotros, ya que es un patrimonio del país y de las próximas generaciones. Es un compromiso que debiera trascender generaciones. Por medio de estudios de largo plazo, como son aquellos conducidos por la Fundación Senda Darwin en Chiloé, como también por el interés privado y estatal de facilitar el monitoreo y conservar estos bosques únicos, se asegurará en parte que nuestros hijos, nietos y tataranietos puedan disfrutar de caminatas entre árboles gigantes y centenarios, escuchando chucaos y carpinteros, tal como nosotros aun podemos hacerlo hoy.

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